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Las penas del alma
son como las crecientes del río
que cuando mucho llueve
se desbordan y saltan.

Los daños que causan
son grandes y graves
pero el agua que corre
y las penas que surgen
son fuerzas extrañas
que no se detienen.

Déjame llorar amigo
porque el recuerdo me oprime
y el ambiente me mata.

Nada puedo hacer
contra el tiempo
que a galope me lleva.
La suerte está echada.

Lucharé por la vida
a sabiendas que es cruel
ésta ingrata,
y trataré de sacarle
luz y...
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Desgracia la de amarte.
Te metes en mí ser
para robarme la felicidad
sin dejarme vivir en otra parte.

Me alejo de ti y me engañas,
con la belleza de tus lunas de enero
y el murmullo de tus playas tropicales.

Vuelvo a ti y me tiranizas con tu calor
me rodeas del recuerdo y del vacío de mis muertos
me hablas sólo de ayer, para arrojarme al dolor.

Tus calles me hablan de progreso,
tus palmas y brisas, de ensueño
y el pueblo te ama creyéndote el universo.

Lejos de ti se añora tu música,
tus frutas, tu gente...
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Tus celos me gustan
como me gustan tus manos,
y tus ojos y tus gestos.
Pero la “muerte a solas”
de tu heroica epopeya
suena hueca a mis oídos.

No temas,
mis cambios bruscos
nacen de una alma guerrera.
Que lucha,
y luchará siempre
por tu amor y la libertad.

No temas mi defensa
de ironía llena.
Te amaré toda la vida,
aunque el otoño llegue,
los años pasen, y el horrible
ocaso se anuncie.


Daré fuego suficiente para
que esa llama roja se vuelva
azul de pureza y no se extinga.
Mi...
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Como si morirse fuera sólo un sueño,
así divago a través del espacio
inaccesible de mi pensamiento.

Tu rostro, tus miradas y tu gentileza
se parecen a una nube bella coloreada
por el sol que se va, junto con mi alegría.

Siento deslizarme suavemente en la eternidad
sin saber a dónde, pero atravesando todas esas
nubes, unas tristes y otras sublimes.

Adiós amor, adiós vida…
Me voy atraída por esa suave luz
de tranquilidad que embruja mi alma.

No me he cansado de luchar pero la muerte
me llama con más fuerza que el...
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Estaba tan brillante el mar,
que rivalizaba con el cielo
y con despecho desde abajo le decía:
no te mires en mí que soy espejo,
que tu rostro ahumado está
por esas nubes que te privan de color.

Enfurecido el firmamento
por la osadía de la mar,
comenzó a moverse y ocultó
tras un velo el sol.
Y al momento…
obscuro el océano se quedó.

Despojado de su efímera belleza
quiso llorar más no pudo
y al instante a la diosa Ira
apeló.

Quiso el mar que su horizonte
no topara con el cielo
y de su cauce se...
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